
Pensé que no había bola de demolición que derribase semejante fachada,
pero bastaron cinco minutos
y una guitarra
para ver cómo te rompías
entre partituras.
Paula Pastor.
Pensé que no había bola de demolición que derribase semejante fachada,
pero bastaron cinco minutos
y una guitarra
para ver cómo te rompías
entre partituras.
Paula Pastor.